viernes, 22 de noviembre de 2019

Deletreo Masónico por Eloy Reverón


A mediados del siglo XX, cuando los candidatos a ingresar a la Masonería leían El Ideal Iniciático de Oswald Wirth, o el Umbral del Mundo Espiritual de Rudolf Steiner. Luego fue el Kibalión y no han faltado logias que recomendaran los libros de metafísica de Conie Méndez. Pero en realidad, y a estas alturas del siglo XXI, cuando el exceso de información se convierte en una censura de lo esencial, el Hombre y los Símbolos de Karl Gustav Jung y demás gama de obras pueden preparar la mente para una ceremonia de iniciciación. Sin embargo, lo más recomendable sería asistir a esa experiencia, única en la vida, sin ideas preconcebidas sobre lo que pudiese suceder. En virtud de tal realidad sería mejor estudiar la presencia de la masonería en la historia de la Sociedad, en lugar de leer las hazañas de héroes civiles o militares que se dice, fueron masones. Pero en todo caso saber que establecer la diferencia entre conciencia y consciencia puede ser muy útil para entender el tránsito de la vida profana, a la vida de masón.


Existe la conciencia como conocimiento moral de lo que está bien de lo que está mal; así como existe la consciencia como capacidad para percibir la realidad y reconocerse en ella. Carl Jung menciona a la bien hecho de lo que está mal hecho, así la mala conciencia es asociada con el conocimiento del mal uso de la conciencia en el plano moral de lo que está mal visto moralmente.

La consciencia para Jung está remitida a la capacidad de percibir la realidad y de reconocerse en ella. Parte de la diferenciación de lo subjetivo con lo objetivo. Es un tema de integración de los contenidos inconscientes en la consciencia. Para el autor, esto constituye la principal operación de la psicología de los complejos. De alguna manera esta toma de consciencia libera al Yo de la soberanía de la consciencia subjetiva. Así las condiciones de la consciencia colectiva o social son un factor que influye notablemente en la percepción del mundo, así como los arquetipos, que son identificados como dominantes colectivos inconscientes, que además de la esfera arquetípica identifica otra subdivisión en la esfera instintiva.

Ya hace muchos años que las teorías de Jung han sido estudiadas e interpretadas por expertos, pero aventurarnos a la fuente original de sus notas en sus obras completas nos otorga cierta amplitud en el acceso a sus experimentos. Ya en sus tiempos consideraba a la psique como pivote del mundo como principal condición para que exista el mundo y la suposición de que existe una intromisión en el orden natural existente cuyos límites no son percibidos por nadie. Considera superfluo recalcar la dignidad del alma como objeto de estudio científico pero no duda en subrayar que cualquier cambio, por mínimo que parezca …, en el factor psíquico tiene la máxima importancia para el conocimiento y la configuración de la imagen del mundo. La integración de los contenidos inconscientes en la consciencia, que constituye la principal operación de la psicología de los complejos, supone un cambio tan fundamental que elimina la soberanía de la consciencia subjetiva del yo confrontándola con los contenidos inconscientes. (Dinámica de lo Inconsciente. p 219)

Lo que prevalece es una consciencia colectiva con una serie de conceptos generales “razonables” que para la mayoría son aceptados sin dificultad. Pero Jung la critica como una consciencia que sigue creyendo la necesaria relación entre la causa y el efecto, con muy poca capacidad para estar al corriente de la relativización de la causalidad. Así se expresa “ La unión más corta entre dos puntos sigue siendo una recta, mientras que la física cuenta con numerosas uniones más cortas, cosa que al pedante de hoy le sigue padeciendo un tremendo disparate.” (Idem)

Lo que seguimos subrayando sobre este asunto en la pluma del autor es la realidad de que nuestra mentalidad sigue siendo igual a la primitiva, que apenas se ha liberado de la originaria identidad mística con el objeto en áreas y funciones determinadas porque toda magia y religión están basadas en estas relaciones mágicas con el objeto. Señala a la época de la Ilustración del siglo XVIII como vanguardia occidental pero que aún estamos muy lejos de un autoconocimiento acorde con nuestro saber real. Al respecto fundamenta: “Cuando nos enfadamos con algo hasta perder la razón, nadie nos priva de creer que la causa de nuestro enfado está fuera de nosotros, en la cosa o en la persona enojosa.”(Ob. Cit. P 271) Nos quedamos tan tranquilos al supuesto objeto o subjeto de nuestra ira, hasta el punto de no poder razonar que la causa de ese sentimiento está dentro nosotros mismos.
Estas situaciones se hacen más perceptibles en las psicosis de masas presentes en las guerras y revoluciones porque allí se puede apreciar mejor “La existencia real de un enemigo al que poder cargar con toda la maldad supone un alivio manifiesto de la conciencia. Al menos uno puede decir con toda tranquilidad quien es el demonio;… (Ob.Cit p 272)
De tal suerte que mucha atención en el proceso de conocernos a nosotros mismos, de aprender a observar nuestros hábitos, ¿Qué es lo que habitualmente nos agrada y que o quién nos irrita o nos “cae mal”? Esto debido a que siempre estaremos viendo a fuera el reflejo de lo que llevamos por dentro.

No hay comentarios: