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Publicado en 2001 |
Gran Logia de Investigación
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jueves, 2 de enero de 2025
Homenaje en los 250 años, el natalicio del Generalísismo Francisco de Miranda Eloy Reverón
sábado, 13 de marzo de 2021
En Pleno siglo XXI por Eloy Reverón
Hay cosas que se cuentan y no se creen. Católicos, apostólicos, romanos de España. En pleno siglo XXI y en un periódico digital que lleva casi dos décadas en la Red, y en plena pandemia haciendo la cruz de palo con la mano izquierda de frente y clamando justicia del cielo contra la Masonería. Evocando la legendaria reunión que unificara lo que quedaba del gremio medieval que había erguido piedra sobre piedra, a las majestuosas catedrales del gótico flamígero. No me refiero a las centenares de masonerías que existían bajo diferentes nombres con espíritu de sectas desde comienzos del siglo XVIII en Europa. El hombre evoca al reverendo James Anderson, un pastor presbiterano que vivió entre 1678 y 1739 y con la presencia de un personaje clave, miembro de la Royal Society J. T. Desaguliers, doctor en Leyes, quien además ocupó el cargo de Diputado del Gran Maestre y vinculado, nada menos que al célebre personaje, mejor conocido como científico que como alquimista, Isaac Newton (1642-1727) en la citada academia científica, según rumores masónicos, nombrado por la Royal Society como su asistente experimental en 1714; también reconocido por haberse dedicado a la divulgación de sus trabajos científicos en conferencias públicas.
Si bien es cierto que la masonería británica se unificó entre 1717 y 1723, diez años después de la firma del acta que se organizara el Estado conocido como Reino Unido (UK), y a mediados de ese mismo siglo comienzan hacer ruido los engranajes de la Revolución Industrial y la expansión del comercio britático que ubicarían al Reino Unido como la potencia que desplazaría al Imperio Español. Con toda esta referencia, el historiador moderno, Manuel Villegas, asegura que “La masonería no tiene prisa, no se apremia, lenta, pausada, pero ininterrumpidamente irá avanzando en la implantación de su Nuevo Orden Mundial, que acabará con los valores que sustentan nuestra civilización desde hace siglos.”
Si un historiador venezolano, Enrique Bernardo Núñez (1895-1964), no hubiera afirmado el 24 de junio de 1948 en su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia, que estábamos presenciando el derrumbe de esa misma civilización a que hace referencia el historiador y doctorado en filosofía Manuel Villegas, y que poco menos de un siglo equivalen a segundos en la historia de la Humanidad; Si aparentemente son dos contextos diferentes en la observación de este fenómeno estelar, el uno veía la cabeza y el otro la cola del comenta que anuncia el derrumbe de esa civilización que se armó de fuerza y vigor poco después del cierre de la Ruta de la Seda en 1453, cuando los turcos cerraron el paso en Constantinopla.
Con toda la fuerza telúrica que pudo iluminar la propaganda del régimen franquista sobre la infancia del apreciado colega andaluz, quien creció en medio del contubernio judeo-masónico-comunista tan brillantemente estudiado por historiador de la Masonería española y las masonerías del mundo, el padre José Antonio Ferrer Benimeli (1934), que al parecer Villegas no considera desde la perspectiva historiográfica, sino que mantiene una fijación con algunos de sus predecesores como Salvador de Madariaga. El molde parece el mismo. Así como ayer pretendieron justificar el derrumbe del imperio mercantilista, colonialista y esclavista español, señalando la paja en el ojo de los masones británicas para proyectar psicológicamente su frustración, pretende ahora contener el fracaso del modo de producción industrial, y de todo el aparateje epistémico ideológico de la modernidad como concepto hegemónico que en esta hora se esconde, detrás de los barbijos del Covic19, cuando tres o cuatro meses antes de la pandemia, las nubes oscuras se posaban sobre la economía estadounidense y su monopolio financiero, y con más de trescientos días de encierro pocos parecen recordarlo.
viernes, 6 de noviembre de 2020
Un abrazo por la Paz Eloy Reverón
Sobre las crestas de los montes trujillanos y a lomo de mula vieja, va cabalgando un jinete con su levita azul y sombrero de campaña. Lleva en su mente un pensamiento fijo, el encuentro con su más noble y leal enemigo que viene desde Carache con uniforme de gala para abrazarlo en Santa Ana.
La Muerte se había paseado impune por los campos de la conflagración. De las prósperas haciendas de los Grandes Cacaos solo quedaban cenizas y algunos esclavos sumisos entre los restos de la Casa Grande. La venganza había sido moneda de cambio en esa última década de desolación.
La monarquía recobraba paulatinamente su estatus en Europa, y la estructura del Imperio reconcentraba su poderío, pretendiendo al mismo tiempo, comprar la sumisión de los guerreros con una amnistía de maquilladas igualdades. Pero se había derramado demasiada sangre como para andar vendiendo dignidades.
Cuando el general Morillo se enteró por conducto del edecán O´Leary que la comitiva del Libertador no pasaba de diez oficiales, mandó a retirar sus húsares señalando que aquel lo había vencido en generosidad.
Amanece el vigésimo día de noviembre del año 1820 cuando los dos colosos se disponen al encuentro. La paz se anuncia en el ambiente, pero la efusión de tanta sangre no se ha detenido todavía. Un abrazo sella el acuerdo para despertar de semejante realidad. No es un sueño convertido en pesadilla. Había sido un estallido social como respuesta a la ausencia del poder de su Majestad ante la bota implacable de Bonaparte. Aunque todos habían visto al Capitán General renunciando desde el balcón de la Casa Amarilla. La autoridad divina de todos los monárquicos no podía ser decapitada así no más, como habían hecho aquellos herejes de la Primera República Francesa.
En poco menos de una década y con un ejército superior al de Monteverde, el nuevo jefe español había sufrido los rigores de una escasez que no le permitiría prolongar más la presencia de un Ejército que día a día, se desintegraba con tan escasos recursos. Desde hacía algunos meses, el Conde de Cartagena se había dado cuenta de que un enemigo semejante, solo podía ser doblegado con la muerte, y finalizadas las Guerras Napoleónicas, los patriotas contaban, de manera abiertamente solapada, con el apoyo de la Legión Británica, los vencedores de Waterloo. Esta circunstancia había llevado a la guerra por independencia de Hispanoamérica, hasta una dimensión de conflicto internacional.
Bolívar todavía puede recordar que si Monteverde hubiera sido condescendiente con las ovejas descarriadas, la avalancha del odio no hubiera llegado hasta semejante extremo. Pero ya era demasiado tarde. El rebelde general estaba a punto de ser reconocido por el enemigo como Jefe de un Ejército Nacional, de un Estado, y como representante del Congreso de una república civilizada. Un sujeto de derecho internacional público mediante el Tratado de Regularización de la Guerra y el Armisticio de Paz.Se dice que fue un abrazo de francmasones, de reconocimiento fraternal y de reconciliación entre colegas en bandos contrarios. Morillo acordó construir una pirámide, y un solado español junto a uno patriota llevaron una piedra cúbica, emblema de los albañiles de la paz, hasta el lugar del encuentro. Se suspendieron las hostilidades hasta la fecha de una batalla decisiva, el 24 de junio de 1821 en Carabobo, la misma fecha que desde 1717, se celebraba en Londres, el aniversario de la fundación de la Gran Logia Masónica de Inglaterra.
Al día siguiente el general Morillo le contaba a un español de apellido Pino, que había pasado uno de los días más alegres de su vida en compañía del general Bolívar y de varios oficiales de su estado mayor, a quienes abrazaron con el mayor cariño. Agregó que Bolívar estaba exaltado de alegría; nos abrazamos un millón de veces y determinamos erigir un monumento para eterna memoria del principio de nuestra reconciliación en el sitio que nos dimos el primer abrazo.
Compartieron el pan de la fraternidad, comentó el general Páez. Moría la Venezuela Española, pero al mismo tiempo nacía la fraternidad hispanoamericana. Un indio castizo y visionario que había contribuido a vengar la ingenuidad de Atahualpa, después de tres siglos, en las Queseras del medio; pensaba para sus adentros, si todo el oro y la plata de México y Potosí podían comprar la posibilidad que tendrían los indios de un continente, otrora Babel de tantas variadas y diferentes lenguas, de unificar su entendimiento al convertir a la lengua cristiana, en el idioma que se habla y escribe en un gran continente. De conocer al cero que había entrado a Europa por Barcelona colado entre las liturgias del álgebra; y a los autores griegos traducidos por los sacerdotes desde las lenguas moriscas al latín y al Castellano. Al principio señorial de un Cid Campeador mezclado con el ánima del Ingenioso Hidalgo, reencarnado en el indómito espíritu del Libertador.
Caracas, 15 de noviembre de 2003
domingo, 20 de septiembre de 2020
El Gran Arquitecto de la Liberación Americana Eloy Reverón
Este
trabajo está dedicado a los jóvenes de Clío
Tricolor, así llamamos a
quienes se inician en actividades de investigación histórica en pro
de la de-colonización cultural en virtud del rescate de la tradición
del pensamiento venezolano del Siglo de las Luces, tan importante y
tampoco considerado en momentos cuando Venezuela cruza por un espacio
crítico que supone el tránsito en la construcción de la cultura
liberadora, expresada en la praxis revolucionaria de Simón Bolívar
producto de esa filosofía. Libro completo en Amazon
viernes, 31 de julio de 2020
El Conocimiento Masónico Eloy Reverón
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J.Norton(América Precolombina) Time-Life p.135 |
martes, 9 de junio de 2020
La Muerte al margen de la Pandemia Eloy Reverón
Se ha llevado al poeta, al pintor, al loco, al ventrílocuo, al músico y a otros muchachos compañeros de mi vida.
Es normal que en un tango la gente se muera en el camino y anormal que ninguno de ellos le dió el gusto a la pandemia.
Pero cuando se cuenta con cierta edad,
la cosa no es como antes
porque cuando éramos jóvenes no nos íbamos a morir nunca.
Pero ahora cuando
registro mis bolsillos
encuentro que no tenemos pasaje de regreso
y el boleto no dice el cual estación me bajo.
Cada cumpleaños
sube un inspector al vagón pidiendo el boleto.
Las veces que ha subido estaba dormido
y me hago el dormido porque
cuando me pida el mío
leerá que mi destino es el del lugar inevitable.
Es que ahora no es como antes
cuando uno le caía a cuentos a la muerte.
Hasta que una vez por miedo a morirme
casi me muero de miedo.
Así fue que decidí cambiar de opinión en aquello de no morirme nunca.
Para la ocasión sacaré un papagayo por la puerta del último vagón y me amarraré la hila a mi desteñido morral de excursiones y como Icaro me soltaré a volar antes de la próxima estación.
No seré tan pavoso y poco original para decir que será en una cuidad decadente, y menos un día viernes.
Será en un vagón especial del Plan Ferroviario Nacional, y ya lo acordé con la muerte, será cualquier día soleado y con buena brisa y lejos del tendido eléctrico, pero eso sí para que sea como cuando en mi juventud: que hayan terminado de cumplir la promesa de terminar el plan ferroviario.
Eloy Reverón Junio 2020
lunes, 16 de marzo de 2020
Epidemia del cólera asiático Eloy Reverón
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Masonería Desnuda resume la segunda parte del trabajo para optar al título de licenciado en Historia otorgado al autor por la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela en 1992 |
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Detrás de la silla se ve la fisura de la puerta del archivo secreto donde estuvieron guardados los documentos que fundamentan este artículo |
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Caracas 1990 |
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Realmente hay aspectos de los rituales que de alguna manera estremecían las fibras del fanatismo religioso, incluso en pleno siglo XXI |