A
mediados del siglo XX, cuando los candidatos a ingresar a la
Masonería leían El Ideal Iniciático de Oswald Wirth, o el
Umbral del Mundo Espiritual de Rudolf Steiner. Luego fue el
Kibalión y no han faltado logias que recomendaran los libros
de metafísica de Conie Méndez. Pero en realidad, y a estas alturas
del siglo XXI, cuando el exceso de información se convierte en una
censura de lo esencial, el Hombre y los Símbolos de Karl
Gustav Jung y demás gama de obras pueden preparar la mente para una
ceremonia de iniciciación. Sin embargo, lo más recomendable sería
asistir a esa experiencia, única en la vida, sin ideas preconcebidas
sobre lo que pudiese suceder. En virtud de tal realidad sería mejor
estudiar la presencia de la masonería en la historia de la Sociedad,
en lugar de leer las hazañas de héroes civiles o militares que se
dice, fueron masones. Pero en todo caso saber que establecer la
diferencia entre conciencia y consciencia puede ser muy útil para
entender el tránsito de la vida profana, a la vida de masón.
Existe
la conciencia como conocimiento moral de lo que está bien de lo que
está mal; así como existe la consciencia como capacidad para
percibir la realidad y reconocerse en ella. Carl Jung menciona a la
bien hecho de lo que está mal hecho, así la mala conciencia es
asociada con el conocimiento del mal uso de la conciencia en el plano
moral de lo que está mal visto moralmente.
La
consciencia para Jung está remitida a la capacidad de percibir la
realidad y de reconocerse en ella. Parte de la diferenciación de lo
subjetivo con lo objetivo. Es un tema de integración de los
contenidos inconscientes en la consciencia. Para el autor, esto
constituye la principal operación de la psicología de los
complejos. De alguna manera esta toma de consciencia libera al Yo de
la soberanía de la consciencia subjetiva. Así las condiciones de la
consciencia colectiva o social son un factor que influye notablemente
en la percepción del mundo, así como los arquetipos, que son
identificados como dominantes colectivos inconscientes, que además
de la esfera arquetípica identifica otra subdivisión en la esfera
instintiva.
Ya
hace muchos años que las teorías de Jung han sido estudiadas e
interpretadas por expertos, pero aventurarnos a la fuente original de
sus notas en sus obras completas nos otorga cierta amplitud en el
acceso a sus experimentos. Ya en sus tiempos consideraba a la psique
como pivote del mundo como principal condición para que exista el
mundo y la suposición de que existe una intromisión en el orden
natural existente cuyos límites no son percibidos por nadie.
Considera superfluo recalcar la dignidad del alma como objeto de
estudio científico pero no duda en subrayar que cualquier cambio,
por mínimo que parezca …, en el factor psíquico tiene la máxima
importancia para el conocimiento y la configuración de la imagen del
mundo. La integración de los contenidos inconscientes en la
consciencia, que constituye la principal operación de la psicología
de los complejos, supone un cambio tan fundamental que elimina la
soberanía de la consciencia subjetiva del yo confrontándola con los
contenidos inconscientes. (Dinámica de lo Inconsciente. p 219)
Lo
que prevalece es una consciencia colectiva con una serie de conceptos
generales “razonables” que para la mayoría son aceptados sin
dificultad. Pero Jung la critica como una consciencia que sigue
creyendo la necesaria relación entre la causa y el efecto, con muy
poca capacidad para estar al corriente de la relativización de la
causalidad. Así se expresa “ La unión más corta entre dos puntos
sigue siendo una recta, mientras que la física cuenta con numerosas
uniones más cortas, cosa que al pedante de hoy le sigue padeciendo
un tremendo disparate.” (Idem)
Lo
que seguimos subrayando sobre este asunto en la pluma del autor es la
realidad de que nuestra mentalidad sigue siendo igual a la primitiva,
que apenas se ha liberado de la originaria identidad mística con el
objeto en áreas y funciones determinadas porque toda magia y
religión están basadas en estas relaciones mágicas con el objeto.
Señala a la época de la Ilustración del siglo XVIII como
vanguardia occidental pero que aún estamos muy lejos de un
autoconocimiento acorde con nuestro saber real. Al respecto
fundamenta: “Cuando nos enfadamos con algo hasta perder la razón,
nadie nos priva de creer que la causa de nuestro enfado está fuera
de nosotros, en la cosa o en la persona enojosa.”(Ob. Cit. P 271)
Nos quedamos tan tranquilos al supuesto objeto o subjeto de nuestra
ira, hasta el punto de no poder razonar que la causa de ese
sentimiento está dentro nosotros mismos.
Estas
situaciones se hacen más perceptibles en las psicosis de masas
presentes en las guerras y revoluciones porque allí se puede
apreciar mejor “La existencia real de un enemigo al que poder
cargar con toda la maldad supone un alivio manifiesto de la
conciencia. Al menos uno puede decir con toda tranquilidad quien es
el demonio;… (Ob.Cit p 272)
De
tal suerte que mucha atención en el proceso de conocernos a nosotros
mismos, de aprender a observar nuestros hábitos, ¿Qué es lo que
habitualmente nos agrada y que o quién nos irrita o nos “cae
mal”? Esto debido a que siempre estaremos viendo a fuera el reflejo
de lo que llevamos por dentro.
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