viernes, 28 de septiembre de 2012

Masonería y Derechos Civiles Eloy Reverón

En el año 1867, trescientos masones de diez logias de diferentes ciudades de Venezuela, enviaron a la Cámara Legislativa del Congreso de la República, solicitudes para que legislara en materia de Matrimonio Civil y Registros Civiles, a fin de apuntar los nacimientos, matrimonios y defunciones de los venezolanos en un lugar distinto a la Parroquia Eclesiástica, la Parroquia Civil. Existe relación con la intervención de Francisco Javier Yanes en el Congreso Constituyente de 1811, el ideal de ser "libres e independientes de toda soberanía que no sea constituida por la voluntad expresa de los pueblos de Venezuela." ¿ Por encima de Dios las vanidades humanas y la codicia de poder político y económico y de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana? En este particular debemos admitir que en nuestra sociedad de mediados del siglo XIX, las estructuras de dominio y cohesión de la sociedad colonial permanecían prácticamente intactas, éstas comenzaron a transformarse poco después de la Guerra Federal, vale decir, después de haber permanecido abierta durante medio siglo, la llave de un chorro de sangre que al final no fue cerrado sino en 1915 cuando estaba por abrirse el nuevo grifo de la Venezuela petrolera, que tuvo su tránsito durante la paz declarada por el terror de tres décadas que duró la dictadura del general Juan Vicente Gómez.
No es secreto para nadie que la Iglesia hizo una inversión a largo plazo en la exploración, conquista y colonización de lo que hoy identificamos con el nombre de América. Después de trescientos años, las bases que sustentaban semejante dominio comenzaron a mostrar sus grietas. La autoridad divina que otorgaba legitimidad al Monarca fue desconocida por primera vez el 19 de abril de 1810. Comenzaba así una revolución burguesa en la América española cuya legitimidad sería otorgada por el pueblo soberano mediante el ejercicio de los Deberes y Derechos Civiles a través de la ley, cuyos principios habrían de ser definidos en la Constitución Nacional. Una sociedad de Dios confrontada a la naciente sociedad civil que pretendió instaurar un sector de la clase dominante. Ser masón en el siglo XIX, está ligado a reflexionar en torno a los deberes y derechos por primera vez, vale decir la conquista de la conciencia ciudadana, un pecado contra el poderoso que otorgaba legitimidad al rey. Un pecado mortal que también está vinculado a adquirir independencia espiritual de la Iglesia, sin dejar de ser católico. Separar en el fuero íntimo la condición de ciudadano de la condición de adepto a determinada creencia. La libertad de culto, podía ser catalogada como pecaminosa, por la Iglesia, que no aceptaba más que obediencia absoluta a los dogmas dictados por la regularidad o filiación incondicional al Papa y sus representantes de Roma. Un derecho adquirido por la Iglesia como retribución a sus buenos y santos oficios para la conquista del Nuevo Mundo. La circunstancia de esta situación que estudiamos está enmarcada en una época cuando ese poder y de la Iglesia sobre los integrantes de la sociedad de Dios, el Dios Católico, no solo Cristo, el Padre y el Espíritu Santo juntos; sino también Mahoma, Alá, Moisés y todos los profetas representados en un solo dios padre creador expresado mediante el símbolo de la fuerza generadora de la vida, el G:.A:.D:.U:. el Gran Arquitecto del Universo. Una blasfemia a la única Iglesia "verdadera". El Caso Ruiz comenzó en la Logia Estrella de Occidente en Nueva Segovia de Barquisimeto. En 1864, proveniente de la ciudad de Barcelona llegó a la capital del Estado Lara un hermano masón llamado José Ruiz, quien figura en los cuadros de la logia Protectora de las Virtudes Nº 1 de Barcelona, con el grado de maestro. Al parecer, su profesión le exigía viajar con frecuencia, hasta que llegó a Barquisimeto, donde comenzó a sufrir quebrantos de salud. Como su estado era un poco delicado, recibió la atención médica y los cuidados de sus hermanos masones de la logia Estrella de Occidente N 55. Su salud empeoró hasta el extremo que tuvieron que llamar al Párroco Andrés Domínguez para que le aplicara los santos óleos y, si fallecía, le otorgase la partida de defunción a fin de darle sepultura. El Párroco le impuso como condición que abjurara públicamente de la Orden, petición que el enfermo rechazó. Ante la negativa del moribundo el sacerdote se retiró sin imponerle el sacramento. Cuando el padre regresó por segunda vez, José Ruiz había fallecido. Tampoco permitió su posterior ingreso al cementerio público, por la herejía de no abjurar de quienes solo había recibido atenciones y afectos solidarios. La excomunión implicaba la pérdida de la facultad para ejercer los derechos sucesorales, la angustia generada por tener que dejar a la viuda y a los huérfanos desamparados. No pertenecer a la Iglesia estaba mezclado con limitaciones para el ejercicio de los derechos civiles. La potestad de la Iglesia no era discutible, esa era la herencia colonial.
Foto E Reverón 2007
En más de una oportunidad, algún cura párroco intentó manipular la conciencia de algún ciudadano durante los últimos instantes de su vida. Esta actitud ya estuvo ligada al gran cisma de la Iglesia Católica identificado con La Reforma. Sin embargo, después de tanta sangre derramada por la libertad se continuaba violentando en nuestra América, el sagrado derecho que deben tener todos los seres vivientes a morir en paz. Presionar al moribundo para apropiarse de su herencia o hacer propaganda a una Iglesia Católica que debía comenzar a resignarse a compartir el control que ejercía sobre las conciencias humanas, todavía era observado como un hecho normal y cotidiano en la Venezuela de 1864. Pero los cambios que de alguna manera habían comenzado desde hacía varias décadas no ofrecían otra alternativa que limitar el radio de acción de los curas a la vida espiritual o religiosa de los seres humanos, dejando lo civil al margen. Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. En la oportunidad que nos ocupa le sucedió al masón José Ruiz, cuando el padre Andrés Domínguez, cura párroco de Barquisimeto pretendió obligarlo en su lecho de muerte, a abjurar públicamente de la Orden Masónica, a cambio del sacramento de la Eucaristía. Este hecho que aconteció en mayo de 1864 no tiene tal importancia para un mortal de nuestros tiempos. Podría haber obtenido la respuesta que le dio el general Aureliano Buendía al cura de Macondo cuando vino a visitarlo en las vísperas de su muerte: "No necesito intermediarios entre Dios y yo". Pero para la época cuando los masones solicitaron la instauración del matrimonio civil, el Código Civil vigente para aquel momento en Venezuela, contemplaba el requisito de ser hijo legítimo de matrimonio santificado por la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana para el ejercicio de los derechos sucesorales. La excomunión no significaba sólo las llamas eternas del infierno, era un impedimento para que los hijos y las viudas no quedaran desamparadas, a menos que pertenecieran a la Religión Católica. La condición de ciudadano estaba estrechamente ligada al hecho de ser católico, apostólico y romano .
Foto E Reverón 2007
 En la carrera Nº 18, cruce con calle 26, en el edificio La Logia, luce una placa que conmemora el lugar donde estuvo la sede de la Logia Estrella de Occidente Nº 50, la cual relaciona este nombre con la libertad, la justicia y la fraternidad. Hemos estudiado a través de documentos originales y fuentes bibliográficas publicadas en 1858 , datos que nos hablan de dos logias llamadas Estrella de Occidente: la primera con el número 55, y la segunda con el número 42; y finalmente en el presente, una sola Estrella de Occidente con el número 50. Aunque la logia ha cambiado de número y de ubicación, no pudimos hallar en nuestro breve paso por esta ciudad, a los actuales integrantes de la misma, pero contamos con los fundamentos documentales que sustentan las afirmaciones que la placa señala. Documentos masónicos originales que nos hablan de un hecho histórico que tuvo resonancia en todo el país, y fue utilizado por los masones como fundamento para solicitar ante la Cámara Legislativa, la instauración del matrimonio civil en Venezuela. La sociedad civil no había delimitado su competencia. El caso Ruiz es la expresión de un hecho histórico que acusa la presencia del mal entendimiento de algunos párrocos con la institución masónica, justificados por la aplicación de Bulas Papales que proscribieron las reuniones masónicas. Indudablemente que con un trasfondo ideológico; celo de protección de los privilegios que la Iglesia perdía paulatinamente. La organización de la Sociedad Civil requería definir los límites de su competencia, la Parroquia Eclesiástica debía ceder espacio a la Parroquia Civil. Las estructuras coloniales no habían cambiado lo suficiente y entraban en contradicción con los ideales de libertad de conciencia, de culto y militancia política que se requieren para el ejercicio de la democracia. La institución masónica es, en su organización interna, un conjunto de logias regidas por una Carta Magna, estatutos y funcionarios que reproducen la estructura de una sociedad civil y democrática, un modelo escuela de civismo. Este es el carácter histórico digno de rescatar del papel que ha jugado la Orden de la escuadra y el compás como escuela de la organización ciudadana, enseñanza práctica con un toque de disciplina religiosa y difusora de ideas, en cuanto a la posibilidad de reunirse con seres semejantes, con diferentes credos y militancias políticas. Poseer el derecho a ser escuchado por todos con un acuerdo pre establecido de tolerancia y respeto. En teoría suena sublime, aunque en la práctica no se pueda demostrar que es posible. Ruiz se convirtió en la bandera de la libertad de culto y símbolo de abnegación masónica. Estandarte en la lucha por los Derechos Civiles, por la condición de ciudadano más que por su adepción religiosa. La competencia de lo religioso en los asuntos civiles era un lastre colonial que persistía en nuestras costumbres, medio siglo de violencia no había sido suficiente para cambiar en este aspecto, la mentalidad. Los Documentos Masónicos En el archivo de la logia Esperanza se conserva un expediente dedicado a los honores fúnebres del hermano José Ruiz, grado 3, muerto un año antes. En el primer folio está incluida una correspondencia de la Secretaría de la Gran Logia dirigida a la logia Esperanza, donde le comunicó que en la tenida de la Gran Logia del día 11 de enero de 1865, había comisionado a esa logia a entenderse con los gastos que equitativamente cubriría el Gran Oriente Nacional. La siguiente carta, señalada con el número dos, está fechada en Caracas, el 27 de enero de 1865, donde certificó que se tributaron los honores fúnebres del hermano José Ruiz, para cuyo acto dio su comisión la Muy Respetable Gran Logia, que fue la que acordó dichos actos, en premio al celo, fervor, constancia y fidelidad masónica de aquel hermano. Dentro del citado expediente de Honores Fúnebres está un impreso de la logia Prudencia N 40 fechado el día 7 de enero de 1867, donde propone la creación de un fondo para la exhumación de los restos y su posterior sepultura en un sitio digno, pero el trasfondo de esa acción lo observamos reflejado dentro del marco de las rivalidades manifiestas entre la Iglesia y la Francmasonería, observemos esta cita con la que cierra el impreso mencionado: " Al hacernos la inserción del acuerdo que antecede para vuestro conocimiento y demás fines convenientes, creo inútil toda observación que lo justifique, persuadidos como estamos que comprendeis mui bien, que son nuestros actos los que pueden dar prestigio a nuestra Orden, y hacer sentir todo el poder de que ella es capaz." Esta cita pone en evidencia la utilización de una víctima como bandera para una lucha concreta. En los documentos enviados al Congreso dos años más tarde, en 1867, el caso Ruiz estará en primer plano, como ejemplo de los abusos perpetuados por los párrocos utilizando poderes coercitivos que eran propios del pasado colonial, pero que en ese momento no podían seguir justificando su existencia. ¿Una cuestión de prestigio? o ¿necesidad de hacer sentir el poder de la masonería?. Lo que sí puso en evidencia este caso, fue que las instituciones coloniales conservaban intacto su poder, y que el paso hacia la vida independiente sucedió sin que se hubieran podido modificar muchos aspectos de la estructura del dominio colonial. La guerra terminó, hubo un cambio político, pero las costumbres, las leyes y lo cotidiano no percibieron alteraciones. Dentro de la comunidad masónica había diversos puntos de vista, los líderes que ostentaban los altos grados, o las logias como la Esperanza donde había un número considerable de abogados y políticos de cierta talla. Estos plantean el problema en términos de lucha por la igualdad de los derechos civiles. Otros no alcanzaron a ver el problema más allá de un simple conflicto religioso, que podía solucionarlo el Papa con una firma. ¿Porqué esperaron tres años para manifestar su desacuerdo? ¿Casi un año para realizar los honores fúnebres? ¿Porqué tanto escándalo por un hombre que cumplió con su deber moral de no abjurar de aquéllos que le habían brindado su hospitalidad? y sobre todo después de tanto tiempo. Por ahora observaremos algunos aspectos de el ambiente histórico que hemos reconstruido para la comprensión de la época. El General José Félix Blanco, sacerdote y héroe de la Independencia recibió como condición previa a su reincorporación a la Orden Sacerdotal, la abjuración pública de la Orden Masónica . Esto sucedió el 18 de agosto de 1863, un año antes de la muerte de José Ruiz. No sabemos de que manera pudo afectar al prestigio de la Orden, pero debemos dejar apuntado que la reacción de diez logias dentro de un universo aproximado de 28 del cual hemos podido verificar los datos de su existencia, no significa una proporción significativa del universo masónico como para decir que la masonería venezolana luchó por los derechos civiles. Podemos afirmar que un sector significativo tomó esta iniciativa. Pero si la primera vez que un grupo organizados de manera civilizada y pacífica solicitó a la Cámara Legislativa, hacer un trabajo específico que implicaba sancionar una ley, que desde el punto de vista de los derechos civiles, significaba un cambio que redundaría en el reconocimiento pleno de la ciudadanía. Es importante destacar que la Cámara Legislativa nombró una comisión para que estudiara el caso y tomara una decisión a fin de responder a la solicitud realizada por los masones. El presidente de la Cámara era Antonio Leocadio Guzmán, quien en 1838 había propuesto la creación de registros públicos, estuvieron de acuerdo, pero fue tal la inercia para llevar a la práctica las disposiciones necesarias, que no fue posible instaurarlos. También hubo inercia en la reacción colectiva de los masones venezolanos actuando como una red nacional organizada. Se puso a prueba la capacidad o poder de convocatoria de la Orden. José Ruiz murió en los días finales de mayo o principios de junio de 1864. En octubre de ese año de 1864, la logia Protectora de las virtudes N 1 de Barcelona dirige una carta al Presidente de la República, firmada por el Secretario E. Marín. Donde manifiesta al Presidente encargado, su preocupación, protesta y, si se quiere, hasta súplica al denunciar el caso de su Maestro Masón José Ruiz. En 1865, Antonio Guzmán Blanco detiene la acción masónica con maniobras de hábil político. Al parecer recibió a Ramón Díaz, Ser:. Gran Maestro, en una audiencia privada con el hermano Antonio Guzmán Blanco, donde éste lo convenció de que era necesario para la tranquilidad social, no activar conflictos con la Iglesia. Por circunstancias relativas a la estrategia política, el Gran Oriente Nacional declaró en suspenso esas desaveniencias. Antonio Guzmán Blanco fue irradiado de la Logia Esperanza, por inasistencia a las reuniones y la ausencia de contribuciones con el tesoro de la logia, al menos eso lo justifican mediante la comprobación del incumplimiento de los artículos relativos a las obligaciones esenciales de todo miembro de cualquier asociación. Pero el trasfondo político de la medida se explica por la fecha de su emisión, momento durante el cual Guzmán había salido para la guerra. Para la masonería venezolana había sido un joven luvetón , estudiante de los últimos años de derecho, hijo de un masón liberal de los viejos, Antonio Leocadio Guzmán, fundador y director del diario El Venezolano, quien había criado a su hijo para ser presidente. Este joven se había ido a la guerra, a la rebelión armada contra el Gobierno de Manuel Felipe Tovar, su hermano masón. Los masones juran acato y respeto a las leyes del país donde están establecidos, esto puede explicar la medida, pero no justificarla. Cuando el joven Antonio Guzmán Blanco regresó con grado de general e investido con el cargo de presidente encargado, entró por la puerta grande a la reunión masónica de conciliación que tuvo lugar en la esquina de Chorro, en la casa de habitación de Diego Bautista Urbaneja, una reunión masónica anunciada en el diario El Federalista, durante los primeros días de enero de 1865. En esta gran tenida, o reunión masónica las federaciones de logias controladas por los dos sectores políticos opuestos, se agruparon bajo una sola federación el 12 de enero de ese año. A la reunión asistieron unos trescientos representantes de las diferentes logias, capítulos y aerópagos de red nacional de hermanos masones, sin contar a los músicos que amenizaron el acto . Hubo un discurso elocuente del cual vale la pena recordar la lectura de un salmo de La Biblia donde señala que Dios prometió a sus hijos el cetro eterno para que pudiesen mantenerse unidos. Durante el acto de Fusión o de reconciliación masónica, la alineación de las dos federaciones masónicas que habían permanecido divididas durante el ocaso de Páez y los Monagas hasta la generación de los Liberales de Antoñito, como diría Antonio Leocadio Guzmán, hermano masón y padre de uno de los presidentes más polémicos que ha tenido la historia de Venezuela. Antonio Guzmán Blanco regresaba buscando apoyo en la masonería para su proyecto político, y tal vez por consejo de su padre consecuente masón. Después de la fusión masónica que tuvo lugar en enero de 1865; a finales de este año los masones le pidieron apoyo a Guzmán Blanco en relación a la lucha por la igualdad de los derechos civiles, éste los hizo esperar, y al parecer hasta les aconsejó no molestar a la Iglesia pero, los masones salieron adelante con su solicitud al Congreso en 1867. La respuesta del Congreso Podríamos afirmar que el Congreso prestó a las solicitudes, una atención casi inmediata. Nombró una Comisión constituida por la Comisión de Peticiones que redactó un informe donde consideró innecesario discutir, por considerar que la mayoría de los venezolanos eran católicos, como si los masones no lo eran también. Antonio Leocadio Guzmán trató de nombrar otra comisión de tres miembros, pero no recibió el apoyo de la mayoría para darle curso. Esta vía legal e institucional no arrojó el resultado esperado, la mayoría en el Congreso estaba de acuerdo con conservar los privilegios que la Corona Española había otorgado a la Iglesia, muy por encima de los derechos civiles y las necesidades de ir modernizando el Estado. Hasta 1870 observamos una preocupación centrada en la idea de legislar para el logro de una transformación social o política. En 1867 se intentó darle más importancia al carácter civil del matrimonio. Expusieron razonamientos lógicos para justificar la separación de lo religioso de lo civil. Pretendieron hacerlo mediante la legislación y amparados en el derecho que tienen los miembros de una democracia representativa, a solicitar a la Cámara Legislativa que haga su trabajo en determinada materia. A partir de la instalación de Antonio Guzmán Blanco en el poder, tales medidas no se piden sino que se llevan a la práctica mediante la imposición por decreto. Fueron más efectivos los cambios realizados desde el poder sustentado sobre la fuerza de la imposición dictatorial, con bases sobre el progreso económico, que los cambios provenientes del derecho que de los hechos. Documentos Oficiales El hallazgo proviene de una investigación presentada en el VI Congreso de Historiadores, celebrado en Caracas por la Academia Nacional de la Historia en agosto de 1988. En aquella ocasión expusimos las observaciones hechas sobre 87 folios que reposan en el Archivo Histórico del Congreso de la República de Venezuela, con sede en la Esquina de Pajaritos, en la ciudad de Caracas. En esta ponencia dejamos expuestas una serie de inquietudes respecto a las posibilidades de elaborar una investigación que se constituyó con los años, en la base para el estudio de lo masónico en la historia de Venezuela, asunto que hasta la fecha no había pasado de lo anecdótico, de recopilaciones documentales con escasa relación con el contexto histórico, o referencias tangenciales hechas por destacados investigadores dentro del marco de otros temas históricos. Los ochenta y siete folios ( y dorso) que reposan en el Archivo del Congreso de Venezuela, corresponden a las solicitudes de las Logias: "Protectora de las Virtudes N° 1", de Barcelona; "Victoria N° 38", de la Victoria; "Virtud Premiada N° 41", de Carúpano; "Estrella del Paria N° 56", de Río Caribe; "Esperanza N° 37"; de Caracas; "Alianza N° 31", de Valencia; "Prudencia N° 40", de Caracas; "Tolerancia N° 15", de San Felipe; "Lealtad N° 33", de Caracas; "Fraternidad N° 4"; "La Estabilidad N° 48" y, por supuesto, la Gran Logia. Percibimos en la acción masónica, la expresión del enfrentamiento de dos sectores de la clase dominante, en la lucha por el poder o el control de la sociedad. No podíamos saber cuántas logias y masones existían en ese momento, contamos trescientas firmas. Luego 28 logias y cerca de mil novecientos hermanos. Podemos pensar que fue un sector de la masonería el que participó en esta lucha, mas no la masonería. En varias oportunidades nos hemos planteado la necesidad de observar a la masonería como una forma prepolítica del Partido Liberal. Otros investigadores de la masonología lo han planteado, pero en el caso nuestro se llego a pensar que fue, y podría seguir siendo, una forma prepolítica de hacer política, un escuela para aprender ciudadanía, pero no me parece que del Partido Liberal, sino de cualquier grupo político. En Venezuela, y hasta 1915, la única forma de hacer política en dominio público, fue la guerra. Lo interesante para los valores masónicos que los masones venezolanos olvidan resaltar, es que estamos ante una institución que predica y practica la paz y la política civilizada, en un país cuya única forma de hacer política que conocía era la guerra. Entre 1915 y 1928, gracias al silencio impuesto por la bota del general Juan Vicente Gómez, la población se vio obligada a plantearse nuevos paradigmas en su forma de hacer política, así comenzó a surgir la idea de la democracia. Existe una interrogante en cuanto a relación masonería y derechos civiles. Estudiando el tema encontré una publicación relativa a la historia del Registro Civil en Venezuela, y me hallé ante la sorpresa que es también un masón quien presta su atención a estos documentos relativos a la lucha por los derechos civiles. Se trata de un discípulo masónico de Lisandro Alvarado, insigne etnógrafo y padre de la arqueología en Venezuela, Juan Bautista Ascanio Rodríguez. Indagando su vida para establecer la relación de su interés como masón o como abogado, antropólogo o sociólogo, me encontré con un eminente médico, quien además preparaba sus medicinas en su laboratorio botánico y su genialidad lo llevó a patentar numerosos inventos, e incluso diseñó instrumentos médico quirúrgicos. Tenía fama de mago, brujo, y alquimista porque examinaba a sus pacientes observándoles el iris, les preparaba las recetas en su laboratorio, y no cobraba por la consulta porque vivía de las patentes de la "Minerarina El Mejor Alimento para niños, producto de los laboratorios de J.B. Ascanio Rodríguez" También aparece la Palusina, en pomada rectal, líquido y en cápsulas, se trata de un parasiticida, vale decir, para matar parásitos. y Pelereke, una pomada para la piel.
Reproducción de E Reverón 1991
fotografía provista por su sobrino
Jorge Correa S 
Este personaje tenía su residencia en el Barrio los Caobos, Avenida Libertador, en la parroquia Candelaria. Hoy se llama esquina La Mansión, al sur de la esquina de Venus, diagonal a la torre Viasa. La mansión Egipcia fue su casa de residencia, y después del cisma masónico en 1926, se convirtió en un aerópago de masones que se constituyeron en la Logia Lumen. Lo más granado de la masonería de la Esquina de Maturín partió para Los Caobos. Allí se editó la Gaceta Masónica y una nueva Constitución diferente a la adoptada por los masones tradicionales en 1924. Formaron una masonería con estructura Republicana, con los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial bien definidos. Desde el punto de vista de la Historia de la masonería, una revolución democrática en pro de la soberanía de las logias como entes autónomos que los masones tradicionales no intentarían superar, con mediano éxito, hasta 1956. No sólo fue una reacción de la corriente de pensamiento evolucionista influenciado por el positivismo, contra los creacionistas, sino la lucha por una estructura más democrática, que respetara con mayor eficiencia el principio de autonomía de las logias. Eloy Reverón : Publicado por primera vez en: Revista Electrónica de Historia Fundación Jonh Boulton Número 2 año julio-diciembre de 2001
Foto E Reverón 2012